Este mes de septiembre se han cumplido tres años desde que
Diego Ortega
vendió a la multinacional
Aqualia un 52% de
Aguas de Alcázar. La
empresa, que era municipal hasta entonces, era un ejemplo de gestión y
un modelo alabado por todos los que tenían algo que decir sobre el tema.
Pero
Ortega (y
Montealegre, no nos olvidemos de él) prefirió hacer
caja, sacar dinero. Para ello, no dudó en desatender lo que pedía la
movilización ciudadana más importante que se ha producido en
Alcázar. Lo
pagó en las urnas: perdió un concejal y la alcaldía.
Rosa Melchor alcanzó la alcaldía con la promesa de recuperar la
empresa para el municipio en este mandato. Tampoco ella ha querido
contar con la opinión de nadie, considerando que el éxito solo tenía que
ser de ella, que nadie podía colaborar para que no le quitaran el
mérito de la acción. Pero ese desconfiar de todos la ha llevado a
conducir el proceso hacia el callejón sin salida en el que se encuentra
hoy. Aqualia sigue en la empresa y hay pocas (poquísimas) posibilidades
de que se cumpla lo prometido y se recupere la empresa. Las urnas ya
están a la vuelta de la esquina.
Aqualia se frota las manos.
Rosa Melchor les decía en septiembre de 2014
que no se acomodaran mucho porque se iban a tener que ir pronto, pero
ahí están. Ella no ha podido o no ha querido o no le han dejado
echarlos.
Aqualia sigue ganando dinero en
Alcázar, seguramente
más de
3.000 euros cada día.
Alcázar es cada vez más pobre y los accionistas de
Aqualia cada vez más ricos. Es verdad que los abonados no notan nada
todavía. No se han atrevido a forzar una subida de tarifas porque aún
queda algo de contestación en la sociedad. En cuanto desapareciera esta
pequeña contestación, todos nos enteraríamos de lo que vale el agua
cuando la gestiona
Aqualia. Al tiempo…
¿Qué hacer? ¿Debemos ahora llorar sobre la leche derramada? ¿Debemos
reprocharnos unos a otros lo que hicimos mal o lo que no hicimos? Eso
solo agrandaría la sonrisa de
Aqualia y aumentaría su beneficio. Si de
verdad queremos avanzar en este asunto, si no queremos que siga
Aqualia
porque así nos lo dictan nuestros jefes, si queremos cumplir con
nuestros compromisos, cada cual con los suyos, entonces se esperan de
todos nosotros nuevas actitudes.
En primer lugar, no tenemos que permitir que el asunto se olvide.
Si
olvidamos, gana Aqualia. Ellos no se van a olvidar nunca de sacar el
mayor beneficio de su presencia aquí, a costa del servicio y a costa de
aumentos de tarifas. No hay que dejar que el polvo caiga sobre este
tema, tiene que ser un asunto prioritario.
En segundo lugar, hay que dejar de lado los recelos y los reproches. Los
que queremos la remunicipalización tenemos que escucharnos todos a
todos y hablar sin esconder nada. No vale buscar el éxito propio en la
ocultación del colaborador. Todos trabajamos juntos.
Además, tenemos que tener valentía y ganas de hacer lo necesario. Si se
quiere echar a
Aqualia, se puede. O se podrá. Hay mecanismos en el
propio contrato. Hay que vigilar cada incumplimiento y sancionarlo. Hay
que hacer que se sientan incómodos. Y
hay que atreverse a tomar
decisiones.
A lo mejor se trata simplemente de ejecutar una sentencia judicial, de
hacer lo que nos manda esa sentencia, sin preguntar a nadie que dependa
de los intereses de los partidos, que tanto le deben a
FCC-Aqualia.
Por la Plataforma contra la privatización de Aguas de Alcázar, Fernando Ruiz de Osma, portavoz.