Después de las últimas noticias en el proceso de la recuperación
de Aguas de Alcázar, noticias malas ciertamente, Rosa Melchor ha dicho
que ella no baja los brazos, que sigue dispuesta a pelear. Igualmente
dijo no hace mucho ante otra mala noticia en el mismo proceso que ella
no conoce la palabra fracaso, que eso no está en su diccionario.
Pero
todo eso no es más que palabrería hueca, fanfarronadas sin fuste,
eslóganes vacíos de la campaña electoral permanente en la que vive
nuestra alcaldesa. ¿A qué viene hacer siempre esas afirmaciones de nada,
sin acompañarlas con acciones que de verdad puedan rendir un resultado?
Se piensa la alcaldesa que los alcazareños son niños pequeños, a los
que despistas con una ocurrencia y convences subiéndolos una vez a los
coches de la feria. Ella prefiere llevarlos a una plaza llena de puestos
de queso, de vino o de cerveza, con la música sonando muy fuerte. Así
no discuten de política.
Es verdad que el Gobierno Local no ha
bajado ahora los brazos. Pero es porque nunca los ha tenido altos, en
guardia. Ninguna ciudad ha tenido como Alcázar tan claras posibilidades
de librarse de Aqualia. Y ninguna ciudad ha dejado, como Alcázar, que
todas esas posibilidades se desvanecieran hasta convertirse en casi
nada. Suele decir Melchor que solo ellos (el Gobierno que preside) hacen
o harán algo para recuperar la empresa de aguas. Eso los hace únicos
responsables del éxito futuro. Pero también los hace únicos responsables
del fracaso, si la cosa acaba en fracaso. Y de momento la cosa pinta
mal.
Melchor manipula la Mesa del Agua que ella misma creó. No la
convoca si no le conviene. Nadie toma nota de las sugerencias que se
hagan allí. Ella se limita a recitar la misma rueda de prensa que acaba
de dictar a los medios de comunicación, a los que ha citado antes de la
reunión. Lo que piensen los asistentes (representantes de colectivos
ciudadanos) le importa muy poco: los escucha allí dentro y lo olvida en
cuanto sale. Eso no es ni participación ni transparencia, es
manipulación, de la información y de los vecinos.
En estos
momentos, todo lo de Aguas de Alcázar depende de una futura decisión del
Tribunal Supremo. Una decisión cuyo beneficiario nadie puede ni
siquiera aventurar, iguales posibilidades tiene Aqualia que Alcázar. Y
esa decisión podría tardar dos, tres o más años. Para entonces, nadie
puede imaginar la situación política o anímica de la ciudad.
Pero
Rosa Melchor sigue con su discurso hueco de los brazos en guardia. No
estarán tan en guardia, cuando nada, nada de nada, ninguna de las
acciones que se han puesto en marcha ha dado ningún resultado, como no
sea el beneficio para Aqualia. Todo lo que se ha hecho ha supuesto
reforzar la presencia de Aqualia aquí. Todo.
Estar en guardia es
inquietar a Aqualia, hostigar su presencia, obstaculizar su creciente
afianzamiento, inspeccionar el cumplimiento de cada punto del contrato,
sancionar los incumplimientos. Pero Aqualia puede seguir tranquila, si
no ha habido sanciones hasta hoy, no las habrá nunca: el concejal de
aguas está más preocupado en otros negociados de su concejalía.
Y
estar en guardia es liderar un movimiento. Pero la alcaldesa,
obsesionada con su carrera política personal, sigue despreciando la
ayuda de todos aquellos que no le bailan el agua. Es experta en dejar
caer a quien puede ser útil en lo de Aguas de Alcázar, incluso aunque
sean de su propio partido, eso no importa. Si no le bailan el agua, se
van lejos. No se da cuenta de que los pocos que le bailan el agua son
además incapaces de prestarle ayuda de ninguna clase.
La
metáfora de los brazos bajados o no bajados es bonita. Lo malo es que no
vemos los brazos en alto porque no los hemos visto nunca. A lo mejor es
cosa nuestra. A lo mejor sí que están en alto los brazos de Rosa
Melchor. Pero entonces, a ver si va a ser para recibir a Aqualia y
mecerla en su regazo.
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