jueves, 29 de noviembre de 2018

LOS BRAZOS DE ROSA MELCHOR

Después de las últimas noticias en el proceso de la recuperación de Aguas de Alcázar, noticias malas ciertamente, Rosa Melchor ha dicho que ella no baja los brazos, que sigue dispuesta a pelear. Igualmente dijo no hace mucho ante otra mala noticia en el mismo proceso que ella no conoce la palabra fracaso, que eso no está en su diccionario.

Pero todo eso no es más que palabrería hueca, fanfarronadas sin fuste, eslóganes vacíos de la campaña electoral permanente en la que vive nuestra alcaldesa. ¿A qué viene hacer siempre esas afirmaciones de nada, sin acompañarlas con acciones que de verdad puedan rendir un resultado? Se piensa la alcaldesa que los alcazareños son niños pequeños, a los que despistas con una ocurrencia y convences subiéndolos una vez a los coches de la feria. Ella prefiere llevarlos a una plaza llena de puestos de queso, de vino o de cerveza, con la música sonando muy fuerte. Así no discuten de política.

Es verdad que el Gobierno Local no ha bajado ahora los brazos. Pero es porque nunca los ha tenido altos, en guardia. Ninguna ciudad ha tenido como Alcázar tan claras posibilidades de librarse de Aqualia. Y ninguna ciudad ha dejado, como Alcázar, que todas esas posibilidades se desvanecieran hasta convertirse en casi nada. Suele decir Melchor que solo ellos (el Gobierno que preside) hacen o harán algo para recuperar la empresa de aguas. Eso los hace únicos responsables del éxito futuro. Pero también los hace únicos responsables del fracaso, si la cosa acaba en fracaso. Y de momento la cosa pinta mal.

Melchor manipula la Mesa del Agua que ella misma creó. No la convoca si no le conviene. Nadie toma nota de las sugerencias que se hagan allí. Ella se limita a recitar la misma rueda de prensa que acaba de dictar a los medios de comunicación, a los que ha citado antes de la reunión. Lo que piensen los asistentes (representantes de colectivos ciudadanos) le importa muy poco: los escucha allí dentro y lo olvida en cuanto sale. Eso no es ni participación ni transparencia, es manipulación, de la información y de los vecinos.

En estos momentos, todo lo de Aguas de Alcázar depende de una futura decisión del Tribunal Supremo. Una decisión cuyo beneficiario nadie puede ni siquiera aventurar, iguales posibilidades tiene Aqualia que Alcázar. Y esa decisión podría tardar dos, tres o más años. Para entonces, nadie puede imaginar la situación política o anímica de la ciudad.

Pero Rosa Melchor sigue con su discurso hueco de los brazos en guardia. No estarán tan en guardia, cuando nada, nada de nada, ninguna de las acciones que se han puesto en marcha ha dado ningún resultado, como no sea el beneficio para Aqualia. Todo lo que se ha hecho ha supuesto reforzar la presencia de Aqualia aquí. Todo.

Estar en guardia es inquietar a Aqualia, hostigar su presencia, obstaculizar su creciente afianzamiento, inspeccionar el cumplimiento de cada punto del contrato, sancionar los incumplimientos. Pero Aqualia puede seguir tranquila, si no ha habido sanciones hasta hoy, no las habrá nunca: el concejal de aguas está más preocupado en otros negociados de su concejalía.

Y estar en guardia es liderar un movimiento. Pero la alcaldesa, obsesionada con su carrera política personal, sigue despreciando la ayuda de todos aquellos que no le bailan el agua. Es experta en dejar caer a quien puede ser útil en lo de Aguas de Alcázar, incluso aunque sean de su propio partido, eso no importa. Si no le bailan el agua, se van lejos. No se da cuenta de que los pocos que le bailan el agua son además incapaces de prestarle ayuda de ninguna clase.

La metáfora de los brazos bajados o no bajados es bonita. Lo malo es que no vemos los brazos en alto porque no los hemos visto nunca. A lo mejor es cosa nuestra. A lo mejor sí que están en alto los brazos de Rosa Melchor. Pero entonces, a ver si va a ser para recibir a Aqualia y mecerla en su regazo.

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